Cultura del miedo
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La coerción y el miedo, sistematizados como mecanismo de poder, provocaron la internalización de la represión en la ciudadanía, un “censúrate” o “reprímete” permanente. »Más
La forma en cómo se perpetraron las violaciones, especialmente la gran proporción de gente que sufrió detención arbitraria y el carácter generalizado de la tortura a las personas detenidas muestran la intencionalidad de generar terror. »Más
El terror cumplió una finalidad de generar miedo en el resto de la sociedad evitando conductas de solidaridad con las víctimas tratando de insensibilizar a otros sectores . »Más
En diferentes épocas de la dictadura, el clima de miedo fue la consecuencia más evidente de las violaciones de derechos humanos. »Más
La tortura trataba de castigar a las víctimas por sus actividades y de disuadir a las personas que pasaron por esas violaciones de volver a realizar dichas actividades. »Más
Las víctimas y sus familias quedaban señaladas y todo aquel que tuviera relaciones con ellos también corría riesgo de ser considerado sospechoso y sufrir el mismo trato. »Más
Dentro del plan ideológico, el régimen obstruyó la conciencia crítica y por ende anuló a una gran parte de la ciudadanía. »Más
El terror generalizado
Estrategia de control social
Uno de los efectos centrales que se buscó con las estrategias de terror fue desestructurar los procesos organizativos de carácter social, político o armado que suponían una amenaza para el régimen. Numerosas expresiones organizativas se convirtieron en objetivos de operaciones militares o policiales que atacaron a organizaciones campesinas, así como a partidos políticos de oposición, organizaciones estudiantiles, movimientos sociales y algunos sectores disidentes del coloradismo oficial. El terror formó parte del contexto de las violaciones de derechos humanos en el caso de la dictadura. Este terror era parte de una estrategia de control social contra grupos o personas que militaban en grupos de oposición, pero también cumplió una función de control social más amplio. En guaraní esa estrategia se conoció con el nombre de mbokyhyje (aterrar), es decir, hacer tener miedo. La coerción y el miedo, sistematizados como mecanismo de poder, provocaron la internalización de la represión en la ciudadanía, un “censúrate” o “reprímete” permanente. Se logró así cercenar la capacidad de rebelión y resistencia desde el interior de la misma ciudadanía. Las prácticas del régimen de usar informantes o pyrague en las comunidades o vecinos y la generalización del estigma supusieron un ejercicio de control de la vida cotidiana que rompió esa confianza con los demás. Este componente de control total supuso en muchos momentos incluso una mitificación de la capacidad del régimen, que si bien disponía de todos estos recursos represivos, generó una vivencia de impotencia total en las víctimas y sectores afectados, induciendo a una pasividad defensiva. En este ejercicio y vivencia de control total, la idea que quedó durante años en la mentalidad de muchos sectores es que la autoridad tiene una fuerza invencible. La forma en cómo se perpetraron las violaciones, especialmente la gran proporción de gente que sufrió detención arbitraria y el carácter generalizado de la tortura a las personas detenidas muestran la intencionalidad de generar terror como parte de las violaciones, y su carácter ejemplificante destinado a los sectores que podrían mostrar solidaridad y apoyo a las víctimas directas.
El carácter ejemplificante
La forma en cómo se perpetraron las violaciones, especialmente la gran proporción de gente que sufrió detención arbitraria y el carácter generalizado de la tortura a las personas detenidas muestran la intencionalidad de generar terror como parte de las violaciones, y su carácter ejemplificante destinado a los sectores que podrían mostrar solidaridad y apoyo a las víctimas directas.
"En algo estarían"
El terror cumplió una finalidad de generar miedo en el resto de la sociedad evitando conductas de solidaridad con las víctimas tratando de insensibilizar a otros sectores frente a los grupos más golpeados y propiciar la conformidad en su comportamiento bajo la pretensión de que si no se hacía nada contra el régimen no se sufrían las consecuencias. Estas formas de utilizar la figura del enemigo interno como los “comunistas” y la extensión de dicho estigma hacia cualquier conducta sospechosa para el aparato de Estado supuso no solo la focalización en esas personas de las violaciones, sino la justificación o naturalización en la sociedad de las mismas: en algo estarían.
El clima del miedo
En diferentes épocas de la dictadura, el clima de miedo fue la consecuencia más evidente de las violaciones de derechos humanos. El miedo afecta primeramente a las personas agredidas o su contexto familiar o social más próximo. Este miedo hace referencia a la vivencia de una situación de tensión permanente y vulnerabilidad extrema frente a la posibilidad de ser detenido, capturado o desaparecido.
La pedagogía del miedo
La tortura trataba de castigar a las víctimas por sus actividades y de disuadir a las personas que pasaron por esas violaciones de volver a realizar dichas actividades. Salvo casos excepcionales, los que sufrían el serio trauma de las prisiones y las torturas quedaban desalentados por el miedo a que estas situaciones se repitieran. Frente a terceros, la dictadura generaba un terror colectivo, empleando una pedagogía del miedo contra las personas que se habían involucrado en actividades consideradas “subversivas o peligrosas para la estabilidad del gobierno”. Esta forma de generar terror se iniciaba desde el momento de la detención, pero la información y conocimiento de los casos en el entorno cercano anticipaba el terror incluso antes de producirse aquella. La policía desplegaba aparatosamente un número considerable de uniformados y de civiles, con actitud agresiva y violenta, de tal manera a crear miedo y zozobra entre las víctimas y el vecindario. En lugares donde se dieron hechos represivos colectivos, el impacto de dichas violaciones tuvo consecuencias también en el clima y la cohesión comunitaria, generando miedo y alteración de las conductas colectivas. Muchas de estas acciones generaron terror en el entorno familiar y social, ya que mostrar solidaridad con las víctimas podía suponer un peligro de ser detenidos y correr la misma suerte que las víctimas. Las acciones de solidaridad o denuncias fueron evitadas, y en su caso castigadas, por las contundencia de las acciones. El rumor general de que cualquiera podía ser detenido o muerto, y las experiencias cercanas que volvían creíble la amenaza, extendieron el miedo y la parálisis a grandes sectores de la sociedad.
El impacto del miedo
Las víctimas y sus familias quedaban señaladas y todo aquel que tuviera relaciones con ellos también corría riesgo de ser considerado sospechoso y sufrir el mismo trato. Todo ello muestra no solo las consecuencias negativas para las víctimas y sus familiares, sino también el impacto del miedo en el medio local, trastocando relaciones de vecindad, apoyo mutuo o amistad que había sido parte de la experiencia personal y colectiva. Algunos sobrevivientes llamaron a esto el “síndrome del leproso”, para mostrar la situación de total aislamiento y ostracismo social hacia la víctima. En la mayor parte de los casos, tanto en el área urbana como rural, se dio una inhibición de las formas de comunicación y ayuda mutua entre vecinos como consecuencia de la represión. La desconfianza tuvo gran impacto en las relaciones sociales y en el tejido social, especialmente en el medio rural, donde el valor de la comunidad forma parte de la identidad colectiva y desestructuró las prácticas organizativas en la que se encontraban muchas víctimas de las comunidades afectadas. Durante el tiempo de la dictadura mucha gente que fue víctima de detenciones o tortura no quiso saber más nada de estar organizado. Esta desvinculación del compromiso político se dio tanto en personas que militaban en partidos políticos de oposición como en el movimiento de las Ligas Agrarias, cuestionando las expresiones dominantes de la época como la llamada “Paz y Progreso” como una forma defensiva de evitar la represión en numerosos sectores sociales.
"Ser colorado es la mejor manera de ser paraguayo”
Dentro del plan ideológico, el régimen obstruyó la conciencia crítica y por ende anuló a una gran parte de la ciudadanía, logrando su cometido hasta el punto que el modo oficialista de ser paraguayo (“ser colorado es la mejor manera de ser paraguayo”) impuesto por la dictadura influyó en las personas hasta formar parte de la cultura. Este elemento ideológico de la dictadura no fue independiente del terror ejercido con un carácter ejemplar, a que se llevó a las víctimas y del sistema de delación y otras formas de imponer la resignación o la complicidad.
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El terror generalizado
Estrategia de control social
El carácter ejemplificante
"En algo estarían"
El clima del miedo
La pedagogía del miedo
El impacto del miedo
"Ser colorado es la mejor manera de ser paraguayo”
Cultura del miedo
El terror generalizado
Cultura del miedo
Estrategia de control social
Uno de los efectos centrales que se buscó con las estrategias de terror fue desestructurar los procesos organizativos de carácter social, político o armado que suponían una amenaza para el régimen. Numerosas expresiones organizativas se convirtieron en objetivos de operaciones militares o policiales que atacaron a organizaciones campesinas, así como a partidos políticos de oposición, organizaciones estudiantiles, movimientos sociales y algunos sectores disidentes del coloradismo oficial. El terror formó parte del contexto de las violaciones de derechos humanos en el caso de la dictadura. Este terror era parte de una estrategia de control social contra grupos o personas que militaban en grupos de oposición, pero también cumplió una función de control social más amplio. En guaraní esa estrategia se conoció con el nombre de mbokyhyje (aterrar), es decir, hacer tener miedo. La coerción y el miedo, sistematizados como mecanismo de poder, provocaron la internalización de la represión en la ciudadanía, un “censúrate” o “reprímete” permanente. Se logró así cercenar la capacidad de rebelión y resistencia desde el interior de la misma ciudadanía. Las prácticas del régimen de usar informantes o pyrague en las comunidades o vecinos y la generalización del estigma supusieron un ejercicio de control de la vida cotidiana que rompió esa confianza con los demás. Este componente de control total supuso en muchos momentos incluso una mitificación de la capacidad del régimen, que si bien disponía de todos estos recursos represivos, generó una vivencia de impotencia total en las víctimas y sectores afectados, induciendo a una pasividad defensiva. En este ejercicio y vivencia de control total, la idea que quedó durante años en la mentalidad de muchos sectores es que la autoridad tiene una fuerza invencible. La forma en cómo se perpetraron las violaciones, especialmente la gran proporción de gente que sufrió detención arbitraria y el carácter generalizado de la tortura a las personas detenidas muestran la intencionalidad de generar terror como parte de las violaciones, y su carácter ejemplificante destinado a los sectores que podrían mostrar solidaridad y apoyo a las víctimas directas.
Cultura del miedo
El carácter ejemplificante
La forma en cómo se perpetraron las violaciones, especialmente la gran proporción de gente que sufrió detención arbitraria y el carácter generalizado de la tortura a las personas detenidas muestran la intencionalidad de generar terror como parte de las violaciones, y su carácter ejemplificante destinado a los sectores que podrían mostrar solidaridad y apoyo a las víctimas directas.
Cultura del miedo
"En algo estarían"
El terror cumplió una finalidad de generar miedo en el resto de la sociedad evitando conductas de solidaridad con las víctimas tratando de insensibilizar a otros sectores frente a los grupos más golpeados y propiciar la conformidad en su comportamiento bajo la pretensión de que si no se hacía nada contra el régimen no se sufrían las consecuencias. Estas formas de utilizar la figura del enemigo interno como los “comunistas” y la extensión de dicho estigma hacia cualquier conducta sospechosa para el aparato de Estado supuso no solo la focalización en esas personas de las violaciones, sino la justificación o naturalización en la sociedad de las mismas: en algo estarían.
Cultura del miedo
El clima del miedo
En diferentes épocas de la dictadura, el clima de miedo fue la consecuencia más evidente de las violaciones de derechos humanos. El miedo afecta primeramente a las personas agredidas o su contexto familiar o social más próximo. Este miedo hace referencia a la vivencia de una situación de tensión permanente y vulnerabilidad extrema frente a la posibilidad de ser detenido, capturado o desaparecido.
Cultura del miedo
La pedagogía del miedo
La tortura trataba de castigar a las víctimas por sus actividades y de disuadir a las personas que pasaron por esas violaciones de volver a realizar dichas actividades. Salvo casos excepcionales, los que sufrían el serio trauma de las prisiones y las torturas quedaban desalentados por el miedo a que estas situaciones se repitieran. Frente a terceros, la dictadura generaba un terror colectivo, empleando una pedagogía del miedo contra las personas que se habían involucrado en actividades consideradas “subversivas o peligrosas para la estabilidad del gobierno”. Esta forma de generar terror se iniciaba desde el momento de la detención, pero la información y conocimiento de los casos en el entorno cercano anticipaba el terror incluso antes de producirse aquella. La policía desplegaba aparatosamente un número considerable de uniformados y de civiles, con actitud agresiva y violenta, de tal manera a crear miedo y zozobra entre las víctimas y el vecindario. En lugares donde se dieron hechos represivos colectivos, el impacto de dichas violaciones tuvo consecuencias también en el clima y la cohesión comunitaria, generando miedo y alteración de las conductas colectivas. Muchas de estas acciones generaron terror en el entorno familiar y social, ya que mostrar solidaridad con las víctimas podía suponer un peligro de ser detenidos y correr la misma suerte que las víctimas. Las acciones de solidaridad o denuncias fueron evitadas, y en su caso castigadas, por las contundencia de las acciones. El rumor general de que cualquiera podía ser detenido o muerto, y las experiencias cercanas que volvían creíble la amenaza, extendieron el miedo y la parálisis a grandes sectores de la sociedad.
Cultura del miedo
El impacto del miedo
Las víctimas y sus familias quedaban señaladas y todo aquel que tuviera relaciones con ellos también corría riesgo de ser considerado sospechoso y sufrir el mismo trato. Todo ello muestra no solo las consecuencias negativas para las víctimas y sus familiares, sino también el impacto del miedo en el medio local, trastocando relaciones de vecindad, apoyo mutuo o amistad que había sido parte de la experiencia personal y colectiva. Algunos sobrevivientes llamaron a esto el “síndrome del leproso”, para mostrar la situación de total aislamiento y ostracismo social hacia la víctima. En la mayor parte de los casos, tanto en el área urbana como rural, se dio una inhibición de las formas de comunicación y ayuda mutua entre vecinos como consecuencia de la represión. La desconfianza tuvo gran impacto en las relaciones sociales y en el tejido social, especialmente en el medio rural, donde el valor de la comunidad forma parte de la identidad colectiva y desestructuró las prácticas organizativas en la que se encontraban muchas víctimas de las comunidades afectadas. Durante el tiempo de la dictadura mucha gente que fue víctima de detenciones o tortura no quiso saber más nada de estar organizado. Esta desvinculación del compromiso político se dio tanto en personas que militaban en partidos políticos de oposición como en el movimiento de las Ligas Agrarias, cuestionando las expresiones dominantes de la época como la llamada “Paz y Progreso” como una forma defensiva de evitar la represión en numerosos sectores sociales.
Cultura del miedo
"Ser colorado es la mejor manera de ser paraguayo”
Dentro del plan ideológico, el régimen obstruyó la conciencia crítica y por ende anuló a una gran parte de la ciudadanía, logrando su cometido hasta el punto que el modo oficialista de ser paraguayo (“ser colorado es la mejor manera de ser paraguayo”) impuesto por la dictadura influyó en las personas hasta formar parte de la cultura. Este elemento ideológico de la dictadura no fue independiente del terror ejercido con un carácter ejemplar, a que se llevó a las víctimas y del sistema de delación y otras formas de imponer la resignación o la complicidad.

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